lunes, 24 de junio de 2024

019 - ¡Despedida!

 

"Crimen" y castigo (2 de 2)


¡Despedida!, este es el título con el que Ricardo Brugada, su autor, dió nombre a la obra que presentara en el Certamen-Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid, en 1901. De la calidad pictórica, mucho gustó a los comisarios del Certamen puesto que se alzó con unas muy meritorias y destacadas consideraciones y honores de segunda medalla. Otro participante que con el tiempo acabará siendo aclamado como “el pintor de las cigarreras”, Gonzalo Bilbao, se hizo con uno de los primeros premios y medallas de oro.

 

¡Despedida!, cuadro de Ricardo Brugada y Panizo   -   Grabado publicado en Pluma y Lápiz, nº 54 (1901)

 

        Sobre la interpretación de su costumbrista escena, la prensa de la época, escribió:

“¡Qué desgraciadita soy! ¡Qué mala fortuna tengo por donde quiera que voy! …con este cantar andaluz por epígrafe, el autor lleva al lienzo la quejumbrosa tristeza de la obrera que despedida del taller -grupo de operarias de la Fábrica de Tabacos de Sevilla- vagará con la zozobra de su porvenir incierto; es la madre que con su hijo en brazos pone las últimas esperanzas en la devoción a la Virgen, madre también y en cuya imagen clava una mirada angustiosa que es todo un poema”

 

 

Fotomontaje del mismo cuadro partiendo de sólo dos porciones a color de la obra original. Por la composición del grupo de cigarreras, su ambientación y minuciosidad en los detalles, y su inspirador sentimentalismo, "El Globo" con fecha del día 4 de mayo de 1901, le dedicó una muy positiva y elogiosa crítica artística.

 

Personalmente, me gustaría dirigir la atención hacia el grupo central que es donde, las reacciones de las mujeres que lo forman, están interactuando con la desgraciada situación de esa otra cigarrera que, con un niño en sus brazos, acaba de ser despedida.

 

La primera a la derecha, con un niño al que le está dando el pecho, mira de soslayo no sin cierto temor, tal vez, imaginándose en una muy posible misma situación a futuro; a su izquierda y sentada a la mesa, otra cigarrera aprieta y entrelaza los dedos de sus manos mostrando, además, la emoción contenida con un gesto de preocupación; tras ella, semioculto, un rostro nos ofrece una recelosa mirada …insegura, cavilosa. La cigarrera anciana, por la proximidad a la imagen religiosa parece estar persignándose compasivamente ante la situación de la desventurada despedida. La maestra, con su libro de notas en mano, pese a no mostrar emoción alguna significativa, representaría la ratificación del castigo al que el artista hace referencia con el título de la obra.

 

Detalle del grupo de cigarreras que conforman el eje principal de la escena

 

Si bien la principal causa para que se diera la aplicación disciplinaria del despido estaba unida a la sustracción o a la intención  de la sustracción de tabaco y bienes de la Renta, el despido también quedaba justificado por comportamientos altaneros y contestatarios, por generar o por participar en graves alborotos en la fábrica, la desatención del trabajo por inasistencias continuadas, por manifiesta incapacidad para el trabajo, por el abandono en la obtención de la calidad exigida en las labores y alguna imaginable causa disciplinaria más que, seguro, me estaré dejando en el tintero.

 

Algo que causa paradójico asombro ya que …desde siempre se ha hecho mención y así aparece en las escenas de los grabados y óleos que nos hablan de la vida cotidiana de las cigarreras en sus espacios de trabajo, es que si las cigarreras podían hacerse acompañar por sus hijos lactantes y por sus hijas menores para que aprendieran el oficio y las relevaran a futuro en sus puestos de trabajo, cómo podía ser motivo de cese del vínculo laboral el hecho de que contrajeran matrimonio. Formar familia, según criterios sociales de la época, incluso de empleo, significaba que ya había un “cabeza de familia” que procuraba la manutención del grupo.

 

Pues paradójico o no, así era …y así fue hasta los postrimeros años 70 del pasado siglo. En el periodo de prueba que, en algunos momentos llegó a ser de 1 año, contraer matrimonio suponía la finalización de la relación contractual y laboral con la Tabacalera moderna. Alguna cigarrera joven hubo que alcanzó ser madre antes que, cristiana y legalmente, esposa o cónyuge.

 

Esta indicación no pretende hacer ningún señalamiento sobre comportamientos morales o personas ¡Dios me libre de ello!, pero sí me sirve para volver sobre la condición de desamparo que tuvieron que sufrir las laborantas, elaborantas, pitilleras, fabricantas y finalmente cigarreras, de muchas generaciones.

 

Por contra a la extendida creencia popular …por lógica carente ésta de suficientes datos documentales, las cigarreras nunca fueron asalariadas de la Renta del Tabaco. Su trabajo se les abonaba como jornal diario y la condición por la que se les acogía en la Reales Fábricas era poco menos que, por beneficencia. Eran jornaleras de una muy “interesada” beneficencia de Estado.

 

¿Llamados de nuevo a sorpresa?, pues así y no de otro modo fue su incorporación al mundo laboral en general y al de la industria manufacturera del tabaco, en particular. Lo de las mimosas manos, ágiles y donosas para la confección de los cigarros, no sin dejar de ser un hecho cierto frente a la rudeza que se gastaban los cigarreros sevillanos, no era sino un adorno que escondió la verdadera condición de una muy descarada explotación laboral durante dos siglos.

 

Ese jornal quedaba supeditado al aprovechamiento y al resultado en número de cigarros que se les señalaban obtener con la asignación de un determinado peso en kilos de hoja de tabaco. También ese jornal quedaba al albur de lo que les supervisaran el ama de rancho (mesa), la maestra del cuartel (taller) o el inspector de labores.

 

La posibilidad de un trato “preferencial” de unas operarias sobre otras, los chanchullos con las maestras que custodiaban los mazos de cigarros hasta su entrega, o la asignación malintencionada de un tabaco de muy baja o escasa calidad que repercutiera en los reales (moneda) diarios que pudieran ganarse estas mujeres no sin esfuerzo, podían ser la frágil espoleta de las frecuentes algaradas o motines que protagonizaron hasta llegados incluso, al siglo XX.

 

Grabado sobre el motín de las cigarreras en la Fábrica de Tabacos de Sevilla en marzo de 1885. La algarada fue provocada por los rumores de la introducción de máquinas para el liado de cigarrillos de papel que, lógicamente, amenazaban a futuro sus puestos de trabajo.

 

Sería en las tres primeras décadas de ese nuevo siglo, cuando, muy en particular, las cigarreras españolas transformarían su fuerza y representatividad social por número y cantidad de mujeres trabajadoras, en una muy desarrollada conciencia de clase obrera. El medio y las herramientas para ello llegarían con la creación de la Unión Tabacalera y de la Federación Tabaquera Española .

 

En esas tres décadas pelearon denodadamente como sólo las mujeres saben hacerlo para hacerse escuchar en el Consejo de Administración de la Compañía Arrendataria del Tabaco y para defenderse de las arteras estrategias de la C.A.T que las intentaba desunir con “sus” cigarreras “esquiroles” asociadas a amarillos sindicatos. Y entre otros derechos batallados y reclamados, obtuvieron su ansiada condición de trabajadoras asalariadas por derecho.

 

Volveremos sobre ello en nuevas crónicas.

 

 

 

 

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