jueves, 8 de junio de 2023

012 - La "cenicienta" industria, la otra Tabacalera

 

Como premisa inicial habría que remarcar que, desde sus inicios en el siglo XVII, la industria tabaquera dejaba magros beneficios tanto a las arcas de la Corona, como a la Hacienda Pública y que su control siempre fue muy férreo para evitar intromisiones y competencias.

En toda esa trayectoria histórica hasta nuestros días, su importancia y relevancia económicas, pese a ese férreo control del que hablaba, no pasaron sin que las anhelaran para sí nobles familias, poderosos comerciantes o avispados políticos.  En sus maniobras y aspiraciones, a la gran mayoría se les paró en seco, alguno hubo que con un oportuno giro de actitud, en lugar de “poseer” pasó a ser parte del control ganando igual o más …y sin arriesgar, e incluso queda para la Historia, la historia del poderosísimo “último gran pirata del Mediterráneo” al que, más adelante, le dedicaré una crónica para él solo.

 

Grabado aparecido en la revista Nuevo Mundo 28-07-1897 -  Golfillos con sus latas para la recogida de colillas.


La otra Tabacalera, la de la crónica que aquí arranca era la que alimentaba a los pobres de solemnidad, era aquella en la que se ocupaban quienes estaban faltos de recursos para la subsistencia y ¡…cómo no! fue esa en la que algún que otro pícaro, hizo comercio y fortuna: la cenicienta “industria”, la de los colilleros.

Con la llegada de los nuevos procedimientos industriales y sobre todo en las ciudades, a los desperdicios se les encuentra cierto valor, apareciendo, por tanto, el mercadeo de toda una industria “casera” del aprovechamiento, con materias y materiales que procedían de la calle. La presencia de los traperos aumenta y hasta llega a ofrecer especializaciones, en este caso, la del colillero.

 

Portada de la revista Nuevo Mundo en su publicación de 07-03-1907 - En esta ocasión se trata de una "cigarrera" de tabaco reciclado, trabajando en la propia calle.

 

Históricamente, el recolector o simple recogedor de colillas aparece, tanto temporal como culturalmente, en épocas de gran penuria económica. En su mayoría trabajaban para intermediarios y aunque, …aparentemente, no alcanzaban un volumen de negocio destacable, la Hacienda Pública los señalaba y los perseguía bajo el mismo precepto que el del contrabando. 

Una definición para este personaje es la de: “…dícese de aquella persona que, ya sea como desempeño laboral regular o como actividad anecdótica, recolecta colillas con el propósito de fabricar, con el tabaco reunido, nuevos cigarrillos y puros. El recolector desmenuza las colillas, amontona el tabaco resultante y, después de un proceso de limpieza y con papel de fumar, procede a elaborar nuevos cigarrillos, que hace pasar y vende como nuevos, en lo que se puede considerar como acto de picaresca".

      Si por esa actividad picaresca, la Hacienda Pública les perseguía y sancionaba, en lo totalmente opuesto, curiosa era la reacción de la prensa, que si bien consideraba esta “actividad comercial” como altamente perniciosa e insalubre, muy capaz de ser contagiosa de enfermedades tales como la tuberculosis y la sífilis, tenerla como tema del que escribir, les daba para mucho ayudando a rellenar las galeradas de los artículos en los periódicos. 

 

Preparando "nuevos" cigarrillos con las colillas - Revista ESTAMPA 08-04-1933

 

Sentían simpatía y compasión por ellos, dada la mayoritaria presencia “obrera” de los golfillos callejeros y de los ancianos que se identificaban en estos menesteres al ser portadores de los botes, las latas y hasta pequeños fardos, en los que recogían el género; tanto fue así, que llegaron a ser protagonistas castizos de numerosas narraciones, cuentos y hasta zarzuelas.

También les venían muy a la mano para atacar comparativamente la calidad del tabaco de las labores de la Tabacalera y sus desproporcionados precios. Y como no podía ser de otra forma, en las campañas de denuncia para con los ayuntamientos y para con sus cargos en la desatención de la limpieza y de la salubridad de las calles, tirar de los colilleros, les venía “fetén”.

Otra curiosidad “social” fue la de que, para los colilleros, su peor enemigo no era la subida de los precios del tabaco -los fumadores consumían menos y por tanto no había colillas por las calles-, lo era el barrendero. Tal era así que, en un intento de erradicarlos de la calle, se dieron propuestas municipales para integrar a los colilleros con salarios fijos en las cuadrillas de barrenderos; lo malo fue que, considerándolos sólo como “suplentes”, la paga era mísera y así no salía a cuenta el abandonar la recolección.

La venta de estas recicladas labores se realizaba en la calle, en las propias casas y locales donde se dedicaban al procesado de las colillas y hasta, en algunos casos …bajo encargo, se hacían entregas a domicilio con envoltorio y marcas personalizadas a cada cliente. Se procuraban expurgar los picados de los cigarrillos y de los puros por la calidad y la variedad de la hoja del tabaco de origen, se desmenuzaba y se garbillaba para separarle las cenizas y otros cuerpos extraños, se lavaba en una mezcla de tres partes de agua por una de vinagre, se dejaba fermentar entre diez a veinte días -al parecer, con la diferencia de días de fermentado, las calidades resultantes eran también diferentes- y se pasaba al proceso de secado y oreo.

 

Fotografía "de calle", ancianos vendiendo tabaco reciclado - Nuevo Mundo 22-12-1933

 

Lo siguiente era el remezclado de las variedades de hebra con la aromática salvia y algún tipo de esencia que ayudara a enmascarar toda aquella mezcolanza de olores indescriptibles. En ocasiones se le incorporaba tabaco en picadura comprado en los estancos ¡…cómo de horrorosa estaría la fuma de aquel tabaco reciclado!

Con todo y como apuntaba algo más arriba, hubo de aquel que consiguió labrarse una vida exitosa. En agosto de 1886, los diarios madrileños “La Época” y “La Iberia” hablaron -sin dar su nombre- de la jubilación del colillero más veterano de la Villa y Corte haciendo señalar la fortuna que consiguió amasar. En septiembre, sería el periódico catalán “L’Arch de Sant Martí” el que, haciendo mofa y escarnio de lo que entendieron como una enorme pedantería de la prensa madrileña, recogía la noticia y aprovechaba para lanzar su puyita política contra Práxedes Mateo Sagasta.

 

Jubilación del colillero más veterano de Madrid, noticia recogida por la prensa.

 

La reseña para Alicante sobre esta cenicienta actividad industrial queda algo más próxima en el tiempo: la década de los años cuarenta y la gran penuria económica que se vivió en aquella inmediata posguerra. De lo escrito por Lola y Emilio Chipont, en su libro “Alicante, años cuarenta” puede leerse lo siguiente:

“La picaresca se impuso a todas luces. Había que vivir a costa de lo que fuera. En una calle del barrio de Santa Cruz se montó una pequeña “industria” de cigarrillos que se confeccionaban con las colillas que una grey de chiquillos de todas las edades recogía por las calles de la capital. Allí se amontonaban los restos de tabaco, le lavaban con vinagre, se ponía a secar al sol, etc., y se hacían “magníficos” cigarrillos que luego se vendían de estraperlo”.

 

Fotograma de la película "Mi tío Jacinto" - 1956 protagonizada por el niño Pablito Calvo (Pepote) y por Antonio Vico (Tío Jacinto), en la que tío y sobrino subsisten gracias al mercadeo de las colillas.

 

Quedándome con el párrafo que me abría a la curiosidad, lo que menos me podía esperar, es que en las tertulias de los almuerzos del “Ferrao”, en las que disfruto de la amistad de compañeros de mi padre en la Junta de Obras del Puerto, haciendo mención al dato recogido por los Chipont, me encontrara con un testimonio en primera persona de uno de aquellos niños que, un poco más tardíamente, …casi mediando los cincuenta, todavía llegaron a ser testigos de aquellas penurias.

Una vez abierta la memoria al recuerdo, en esencia, en su relato describió gráficamente los cartuchos de papel de estraza en los que se iban acumulando las colillas hasta llenarlos, la casa en la proximidad al Museo de la Asegurada y la familia a la que se las llevaban, mencionó el proceso de la estría, lavado y secado, y hasta cómo las mujeres formaban el cigarrillo con el papelillo de arroz y cómo lo cerraban apisonando ambas puntas.

 

"Colilleros" manufacturando cigarrillos de estraperlo en las calles de Barcelona. A remarcar, el detalle de los pequeños mazos con envoltorio en el que "empaquetan" las labores para su venta  - Fotografía de Josep Brangulí - 1942


 

Maneras y artes propias del oficio de las cigarreras y de los tabaqueros, quiénes no nos extrañe …y porque los barrios señalados también fueron propios de dar vivienda a los mismos, ofrecieran adiestramiento u obraran estas labores que después se vendían en unos pequeños mazos envueltos en papel.

 

Imagen simpática de otra de las pícaras fórmulas de la década de los cuarenta: carnet que atribuye el TÍTULO DE COLILLERO perteneciente a la Compañía Arrendataria de Colillas (*)

 

       La cara y la cruz de una misma moneda. La riqueza de la Tabacalera estatal en una de ellas, la pobreza en la necesidad y en la picaresca …la de la cenicienta industria, en la otra. La moneda: la industria tabaquera y su mercado. 

 

 

Documentación          

  • lavaix2023.blogspot.com - "Los colilleros"
  • fotomadrid.com -  "Los colilleros y su industria"
  • petreraldía.com - "Barcelona, recuerdos de posguerra"
  • "Alicante - Años cuarenta" por Lola y Emilio Chipont - 1984
  • "El recolector de colillas de cigarrillos en la historia de la literatura..." por Dorde Cuvardic García - 2012
  • (*)  del blog:  galeriadimatges-Galderich-Leblansky.blogspot.com
  • Un nuevo agradecimiento a las personas que me aportan su testimonio en forma de recuerdos personales, en este caso de los veteranos portuarios de la J.O.P de la tertulia del "Ferrao" y en particular, hoy, a Adolfo Mena por la memoria de su infancia.              

 



    

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