El inacabable litigio
El 5 de junio de 1816, volverá a la carga el mismo Vicente Sperino con otra misiva dirigida a la Secretaría del ayuntamiento alicantino(3) con los mismos argumentos del inestimable valor que supone la acción de la caridad, de los muy altísimos costos que requieren generosas aportaciones municipales y de la necesidad de recuperar la totalidad del edificio para desarrollar la beneficencia pública. Ahora se deja caer que había un compromiso de temporalidad y que una nueva fábrica debía de haberse construido ya en otro paraje.
El arrebato en la vehemente exposición le lleva a exponer como asumibles por las arcas de la Dignidad Episcopal, la reposición de los daños sufridos por el edificio primitivo que, además, de por las modificaciones fabriles, en 1812, junto a las otras propiedades eclesiásticas en el barrio de San Antón, le fueron producidos por el asedio francés.
Todo sacrificio era poco con tal de expulsar de la propiedad a la Hacienda Pública. Y mucho más, cuando una gran parte de esas propiedades las habían recibido -sin costo alguno- gracias a la generosa “ultimísima voluntad” en el lecho de muerte de aquellos que, con esa postrera caridad, querían asegurarse de ganar el cielo. También se hacía muy común el que la Iglesia reclamara para sí y para sus “caridades”, todo bien o patrimonio de quien fallecía sin testar.
El 24 de junio y el 18 de noviembre de 1864, aproximándose el número de cigarreras que trabajaban en la fábrica al de 4.000 mujeres y con la solicitud de la Dirección General de las Rentas Estancadas -entiéndase que se refiere a la Renta del Tabaco- para nuevas obras de ampliación en el edificio, la “dignidad episcopal” propone que sea la Diputación Provincial quien se haga cargo de la compra a la Iglesia del edificio y de los terrenos adyacentes por un valor de “un millón y setecientos mil reales” para fábrica de tabacos o en su defecto, que invierta ese mismo capital en construir una fábrica nueva en otro lugar(4).
Se añaden detalles de determinadas contraprestaciones económicas en el caso de no ser puntuales en los pagos concertados. Ahora se requiere el edificio para volver a darle uso como Palacio Episcopal y se añade el proyecto de abrir un Seminario Conciliar.
El rastro del conflicto entre los litigantes, el incumplidor Estado y la reclamante Iglesia, continúa vivo -ahora documentado en la prensa histórica- entre 1877 y 1880 en una fábrica que alcanza ya a dar trabajo a 6.000 mujeres y que el Obispo de Orihuela reclama le sea devuelto el edificio para albergar un Colegio Jesuita(5). El caso se pone en manos de la Justicia y en lo contencioso administrativo, se espera poder resolver. Todo se enfoca hacia la indemnización económica en compensación a cuantiosos alquileres no devengados y finalmente, la Justicia le da la razón a la Iglesia(6) abriéndose la vía de una negociación para la indemnización que, no será ni fácil ni prontamente resolutiva en el tiempo y que les llevará hasta el año 1952 para firmar un acuerdo y las condiciones de contraprestación económica.
De entre la década de 1920 a ese año 1952, Caridad Valdés Chápuli, con archivos de la dirección de la fábrica, en su libro “La Fábrica de Tabacos de Alicante” publicado en 1989, documenta ampliamente algunos de los enfarragosos momentos de la compra venta(7). La totalidad de lo abonado por Tabacalera S.A. en 1952 alcanzaría las 2.713.885 pesetas que se distribuían por conceptos, de la siguiente forma: 1.436.697 pesetas por la compra de los edificios del conjunto arquitectónico, 943.751 pesetas por la adquisición del solar y la construcción de la nueva Iglesia de La Misericordia en su actual ubicación, 235.937 pesetas por el sobre valor de este mismo segundo concepto y 97.500 pesetas para promocionar una edificación en la Plaza de Santa María.
En 1880, el diario satírico “El Buñuelo”, en edición del día 16 de diciembre, decía sobre el tema:
“La fábrica de tabacos de Alicante, según el Supremo, pertenece al obispo, quién se incautará de ella, cobrando por alquileres atrasados más de lo que vale el edificio y dejando por de pronto sin trabajo a las seis mil operarias ocupadas en ella.
Un periódico espera de la caridad evangélica del obispo que perdonará los alquileres y cederá, hasta que se edifique otra nueva, la fábrica en cuestión.
No hará más que cumplir con su misión, si perdona”
Con el segundo de los pecados capitales, la avaricia, los jerarcas "curicas” de aquel clero solían aplicar lo de: “Lo mío, mío, y lo tuyo, de entrambos”, el perjuicio si acaso, para ti y el beneficio a conciencia, para mí.
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En esta ocasión, la ácida caricatura pertenece a El Solfeo, 07-08-1876 No se hace de extrañar el repudio social hacia lo clerical que tanto iba creciendo. |
Demostrado queda que la caridad, con el negocio y el interés no se armonizaba en aquella Iglesia -incluso la actual- que recurrió a las leyes de 1859 y a los ventajosos convenios de la Santa Sede que le protegían de las desamortizaciones estatales para con los bienes de “mano muerta”.
Fondos documentales:
(1) _ Archivo Municipal de Alicante – Casa de La Misericordia, 1814
(2) _ De mis crónicas …0-10 - “El desestanco del tabaco-1814”
(3) _ Archivo Municipal de Alicante – Casa de La Misericordia, 1816
(4) _ Archivo Municipal de Alicante – Casa de La Misericordia, 1864
(5) _ “El Graduador” 18/05/1877 # 08/06/1877 # 10/06/1877
“El Solfeo – Diario satírico” 22/05/1877
“La Época” 07/06/1877
(6) _ “La Unión Democrática” 12/12/1880
(7) _ Caridad Valdés Chápuli – 1989
Apéndice II – Relaciones de la Fábrica de Tabacos de Alicante con la jerarquía eclesiástica
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