viernes, 7 de abril de 2023

0-08 Teniu ...¿voleu fumar-vos un puret?

 

    En la rutinaria vida laboral de la Fábrica de Tabacos, de tanto en cuanto venía a darse alguna de esas situaciones que, a modo de anécdotas, van dando vivo colorido al relato de cuánto hubo ocurrido en tantos años dentro de sus dependencias.

 

    En esta ocasión la cosa rozó el espíritu surrealista del cine “berlanguiano” tanto por la simpleza del momento y como por la picardía de los participantes. A media jornada, en el turno de mañana, un día nos aparecen en la Planta Preparación de Rama, dos números de la Guardia Civil ataviados con aquellos imponentes uniformes verde oliva oscuro cruzados por correajes de cuero negro, mosquetón al hombro y el famoso tricornio acharolado.

 


    Los acompañaba un técnico judicial que cargaba con un gran cartapacio que contenía la documentación necesaria para la destrucción de lo que portaba un achacoso carromato gris: como unas diez a quince cajas de puritos “Tarantos” y “Victoria”, y otros tantos grandes sacos que acogían en su oscuro seno un buen número de billetes taladrados previo a su destrucción y los confetis que habían generado esos orificios.

 


    La verdad sea dicha, lo que resultaba más llamativo eran aquellos dos guardias civiles armados. Su presencia allí se debía a que, derivados desde la Hacienda Pública, aquellos sacos con dinero a inutilizar y aquellas cajas de tabaco decomisadas, iban a ser incineradas en nuestro quemadero de basura. Los guardias civiles custodiaban la carga del carromato y el técnico judicial tenía la obligación de redactar la acta que diera fé de su destrucción.

 

Vista de planta sobre planos de la Fábrica de Tabacos


1._ Sala de la caldera, 2._Sala del quemadero de basuras, 3._ Bocas de extracción de cenizas
 

 

    En aquella década entre los 80 y los 90, la Fábrica todavía disponía de un quemadero de basuras que en la Planta de Preparación de Rama, ubicaba su sala y sus hogares, y en la planta inferior con acceso por el pasillo lateral, las portezuelas de retirada de la ceniza. El personal masculino de Servicios Generales era el encargado de su encendido, de su alimentación y de la retirada de sus cenizas.

 

Vista aérea de la ubicación de la sala de la caldera y del espacio de la extracción de cenizas del quemadero


Chimenea de humos del quemadero de basuras


    Una vez ya presente el Interventor de la Fábrica en aquel grupo de personas que se reunieron en la sala del quemadero, se procedió al recuento de efectos y a su lanzamiento a las llamas que debían de incinerarlos. Hasta ahí, todo bien, …y bajo control, pero en la planta inferior y en la boca de retirada de cenizas, el operario que solía encargarse de aquella labor, con el largo rastrillo que manejaba arrastrando las cenizas, sacó dos o tres cajas de puritos, arrebatándoselas a las voraces llamas.

 


    Las escondió en la sala de la caldera que, es la que le venía más a mano, cogió algunas cajetillas, sacó los puritos y se puso unos cuantos en el bolsillo superior del buzo de trabajo. Este buen hombre, pícaro …sí, pero un encanto de persona, tenía el hablar algo atropellado y acelerado, y eso hacía que algunas de sus frases se parecieran más al “ratatataaaá” de una ametralladora que al habla de un ciudadano locuaz.

 

    Cargado con su botín, subió por las escaleras que comunicaban aquellos dos puntos de la Fábrica y llevándose las manos atrás, sujetándoselas a la altura de los riñones, se acercó al grupo de personas que todavía aún permanecían en la sala del quemadero; una vez junto a la pareja de la Guardia Civil, le dió por entablarles conversación realizándoles preguntas de cómo iba la “cosa”, ¡Qué tal la jornada! ¡Menudo día nos ha salido hoy! ¡Qué lástima de tabaco! ¡Si los billetes fueran güenos! …y de pronto, llevándose la mano al bolsillo, con todo el aplomo del mundo y con la gentileza de todo un caballero, les ofrece unos puritos por si les apetecía fumar.

 


    A aquel pícaro personaje no se le ocurrió mejor cosa que ir a ofrecerles “fumeteo” a aquella pareja que vigilaba lo que, supuestamente, se estaba destruyendo. Con qué pícara gallardía se paseaba después aquel mutxameler mientras repetía una y otra vez aquel ofrecimiento de “teniu …¿voleu fumar-vos un puret?”          




 

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