Las “manos muertas” de la Iglesia y su lado oscuro.
Pese a la distancia que nos separa de la Ciudad del Vaticano, por aquello de haber abierto el tarro de las esencias señalando el oportunismo de la Iglesia para no desaprovechar negocio que le presuponga interés y beneficio, ampliando sobre lo expuesto para el tortuoso recorrido de la desamortización de lo que fuera la Casa de La Misericordia y Palacio Episcopal de Alicante, haremos una breve travesía hablando del conflicto y lucro de la Iglesia con el tabaco.
Dado el don divino de la ubicuidad que le permite a la Iglesia el ser y estar en tantísimas cosas a la vez, con los primeros aventureros que acudieron a la llamada del descubrimiento del Nuevo Mundo, la Iglesia estuvo con ellos, por tanto, la planta del tabaco y su consumo por parte de los nativos, les fueron conocidos de forma inmediata y en primerísima persona.
Jóvenes sacerdotes italianos "pasándose la pava" ...expresión popular ayamontina. Fotografía de Mario Giacomelli.
Con su siempre crítica actitud de cuestionar todo cuánto les sorprendía de las civilizaciones indígenas, aquello de echar humos por la nariz y lo de que se empleara el tabaco en rituales tribales de fertilidad y virilidad -entre otros tantos usos nigromantes-, a los clérigos europeos no les parecía ni moral, ni decente para la conducta de todo buen cristiano. “Endemoniados o poseídos” se les consideraba a aquellos salvajes, pero, algún que otro sacerdote, fraile o monje, motivados todos por poner a prueba su fe, probaron el tabaco con el fin de obtener una comunicación directa con Satanás e indagar sobre la vida en el territorio de las calderas de Pedro Botero. Así pues, la cosa estuvo meridianamente clara desde un principio: persecución por brujería para los nativos y sanciones y excomunión para los herejes que ofendían su bautismo en la fe cristiana.
Lo malo es que, al tiempo, lo de consumir tabaco fumándoselo y llenándolo todo de apestosos humos, se fue extendiendo, alcanzando también en la adicción a toda la jerarquía eclesiástica: lo mismo fumaba un monaguillo que un obispo. La situación tomó tal alcance que, tanto en los templos menores como en la más ostentosa de las catedrales, entre parroquianos y clérigos, lo del tenebroso “smog” londinense se veía rebajado a pura anécdota. El humo de los tantísimos fumadores, anulaba el efecto purificador y deísta del incienso, embrutecía el ambiente del templo y ensuciaba casullas, hábitos y ornamentos litúrgicos; lo del borreguito del Norit u otros mejunjes de profunda limpieza, aún estábanse por descubrir.
Y si el tabaco llegó a Europa con sus usos y costumbres de consumo, los problemas antes descritos también cruzaron el océano y en enero de 1642, a petición del deán de la catedral de Sevilla, el Papa Urbano VIII promulgó la bula “Cum Ecclesiae” declarando que el consumo del tabaco en las iglesias y diócesis sería castigado con pena de excomunión “latae sententiae”. El asunto pasó de marginal a muy grave y de severa consideración.
En el relevo de los Santos Padres, Inocencio X en 1650, continuó en la misma línea añadiendo al señalamiento sobre los más graves daños producidos por el humo en los retablos, en las pinturas y en las esculturas. Inocencio XI se reiteró después en los señalamientos y en los castigos a imponer. A partir de 1725, Benedicto XIII, Benedicto XIV, Pío IX y León XIII, que gustaban de su momento de personal asueto fumándose un gozoso cigarro, abrieron la mano revocando las sanciones, pero manteniendo la prohibición de la presencia y consumo del tabaco en altares y tabernáculos.
Mientras tanto, el tabaco y su consumo seguían en sus trece de plantearle problemas a la Iglesia; tal era el caso de las dudas teologales que se planteaban al preguntarse si en el fumar se incurre en grave falta al interrumpir el ayuno eucarístico. Llegó a concluirse que con el tabaco fumado, no habiendo ingesta no se incurría en pecado; y en cuanto al tabaco de masticar tampoco, siempre y cuando una vez escupido, la saliva quedara limpia de impurezas.
Otro problema a solventar era el de la casuística del acto de fumar, que se planteaba con el ejemplo chistoso de quien le pregunta a un sacerdote jesuita si es posible fumar mientras se reza. La respuesta del clérigo, de manera inapelable se decanta por negar tal posibilidad. Pero, reformulada la pregunta sobre si mientras se reza es posible fumar, aquí la cosa cambia y se responde con un sí categórico. Quedaba claro lo importante del orden en cuanto al recogimiento en la fe frente a la distracción de la misma. Así mismo, dejábase intuir la importancia también de la Orden… ¡donde se halle un jesuita, que se abstengan de opinar los demás!
El Papa Juan XXIII haciéndose un pitillo, costumbre que había desarrollado en su predecesora etapa diplomática siendo el cardenal Roncalli.
Hasta para los procesos de beatificación, el consumo del tabaco era cuestionado como una posible pérdida de virtudes que se debía de valorar. Por lo visto, como resultante final, nunca fue problema que el santo varón o la santa mujer fumaran. Nuevamente, todo era cuestión de desde qué orden jerárquico llegara el criterio a aplicar y de quién era el que daba la orden. Hablamos de la alta jerarquía eclesiástica y de quienes ostentaban su más alta representatividad, es decir …en todo momento, los propios Papas.
En 1729, el Papa Benedicto XIII, del que ya hemos dicho que se trataba de un confeso fumador, al amparo de la gran popularidad social del tabaco, inaugura una fábrica pontificia de tabaco en la que, por descontado, serán las serviciales y muy devotas monjitas quiénes manufacturan los cigarros. Metidos ya de lleno en el asunto de la fabricación para el consumo propio, en 1863, Pío IX mando construir una magnífica fábrica de tabacos frente a la Plaza Mastai en Roma, la Manifattura Tabacchi.
La Manifattura Tabacchi en la Plaza Mastai, en Roma.
¿Y por qué se elige esta plaza y no otra?, pues …y hagamos recordatorio de lo se apuntó en la crónica anterior sobre la Fábrica de Tabacos de Alicante y la necesidad vital del agua, porque por su proximidad al río, el abundante abastecimiento de agua que se requería en el tratamiento y transformación de la hoja de tabaco, quedaba sobradamente garantizado. Otro dato curioso alrededor del desarrollo urbanístico de la zona, es el del requerimiento por parte del propio Pío IX de que se construyeran casas y barriadas para beneficiar en la caridad a los pobres del Trastevere. Una vez más, el puro negocio se desdibuja alrededor del generoso acto de la Beneficencia.
Y si acaso la avidez por el lucro de la Iglesia todavía no parece quedar muy clara, en noviembre de 2017, filtrados documentos internos de la Santa Sede y con un muy crudo informe de la OMS que señalaba al tabaco como inductor directo de la muerte de siete millones de personas al año en todo el mundo, el Vaticano acabó renunciando a su segunda más importante fuente de ingresos: la venta de tabaco libre de impuestos dada la excepcionalidad fiscal de la que disfrutaba su territorio. El beneficio anual al que se renunciaba podría estar valorado en cerca de 10 millones de euros.
Pero lo grande es que en esas mismas circunstancias, en el mercado libre de impuestos del que se beneficia el Vaticano y al que sólo tendrían acceso los ciudadanos empleados, pensionados y residentes del territorio además de los diplomáticos y miembros de las congregaciones religiosas, se incluye la alimentación, los productos farmacéuticos, los combustibles, la exclusividad de la más moderna tecnología y el consumo del mejor y más caro de los mercados vinícolas.
Para esas transacciones comerciales, el vaticano dota a los nombrados beneficiarios de una tarjeta especial -a modo de tarjeta black- que, en principio, debieran de usarse en un número aproximado de 5.000 beneficiarios y que, por el contrario, tras una auditoría indagatoria, se censan como de 41.000 en incontrolada circulación.
Una vez más, las “manos muertas” de la Iglesia apantallándose con la fe, mientras se revuelca en las miserias de su lado más oscuro.
(*) Nota aclaratoria: como Benedicto XIII se dieron dos Papas, uno aragonés, Pedro de Luna más conocido como el Papa Luna -siglo XV-, al que se le obligó a renunciar por considerarlo antipapa dada su rebeldía para con la Iglesia del momento, y un segundo iltaliano -siglo XVIII- al que se refiere el retrato al óleo.
Fondo documental:
- https://www.infovaticana.com
- https://www.religionenlibertad.com
- https://www.diariosur.es
- “Avarizia”, de Emiliano Fittipaldi – 2015 Libro de investigación que analiza los documentos reservados filtrados por el sacerdote español Lucio Ángel Vallejo Balda y la laica italiana Francesca Chaouqui en el intento de denunciar públicamente los oscuros negocios que se mueven desde la Curia Romana.
- “Divina Fumus”, artículo por Langer Marcos – 2018, para la Revista Americana de Medicina Respiratoria R.A.M.R